21/12/11

Paredes, cambios.

Me encontré en periódicos destruidos por pintura seca y olorosa, me encontré neurótica y melancólica.
Me encontré con personas divagando en secretos a voces rotas, me encontré en una habitación vacía, teñida de contrastes, vacía de recuerdos.
Me encontré sentada enmedio de ella, las paredes parecían mirarme, me miraban tan relajadas, quietas, inmóviles, sentí que podían abrazarme a algo nuevo. No sabía si era mi mente o eran ellas quienes intentaban comunicarse, pero mis sentidos las encontraban presentes, reales, parte del existir en ese preciso momento.
Ellas parecían hablarme, yo quería imitarlas, ser ellas o como ellas, mantenerme quieta y firme, me gustaba olerlas, olían a droga acromática, olían a creación.
Me obligaron a arrojar la melancolía absurda en un frasco de mermelada, el frasco era tan pequeño que podía confundirse con uno de esos que cubren mis películas fotográficas de 35mm, ellas parecían alegrarse ante la acción.
Una fotografía sobrepuesta en el sofá se encontraba cubierta de ropa, me llamaba ansiosamente, parecía que quería mostrarme la fortuna que había sido el decidirme a arrojar la melancolía en un frasco de mermelada con fecha de caducidad alterada.

Por último me encontré en un desenlace agradable, no existía el drama que me caracteriza, me encontraba arriesgando, me encontraba actuando sobre una desición. Me sentí fuerte después de todo, me sentí excelente por no dejar que la melancolía doblara mi cabeza, me encontré pensando, me encontré a mi después de tanto, encontré piezas...

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